Comunidades fundadas
Nueve serán las comunidades fundadas entre 1597 y 1663. La primera fundación e inicio de la Orden se da en Alcoy.
A finales de 1568 el robo del Santísimo Sacramento y posterior hallazgo fue un hecho que conmocionó a toda la localidad de Alcoy y convirtió el lugar del hallazgo en Capilla llamada del Santo Sepulcro, por relacionar el entierro de las formas con el Sepulcro del Señor Jesús. Desde el primer momento fue lugar de fervor eucarístico.
En 1596 se decide sustituir esta capilla por una amplia Iglesia y el 25 de enero se da la bendición de la primera piedra por el arzobispo Juan de Ribera, indicando en la misma que será inicio de Iglesia y Convento de Agustinas.
Era la propuesta hecha por el arzobispo y aceptada por la localidad, que la providencia ofrecía al Patriarca para materializar su deseo de contar con conventos reformados en su diócesis, encabezando él mismo en persona la responsabilidad como fundador de esta iniciativa.
El 11 de diciembre de 1597 salían del convento de S. Cristóbal las agustinas: Dorotea Torrella, Juana Ferrer, Vicenta Sabater y la novicia Ana María. Fueron al Convento de S. José de Valencia, de carmelitas descalzas, para vivir con ellas durante 4 días. Es aquí donde cambian el hábito con hechura carmelita, pero manteniendo el color negro agustino; aquí cambian el nombre dejando sus apellidos familiares para adoptar los religiosos de Dorotea de la Cruz, Juana de S. José, Vicenta de S. Pablo y María de Jesús.
Con ellas marchan a Alcoy tres carmelitas descalzas a petición de san Juan de Ribera para permanecer el año considerado de noviciado con ellas y consolidar así los puntos fuertes de la reforma. Hacen su entrada en Alcoy el 18 de diciembre de 1597. Tras este tiempo de preparación, antes de realizar la profesión, el Patriarca se retiró para trascribir, revisar e imprimir los textos carismáticos: Regla de san Agustín, Constituciones de santa Teresa y su Epístola introductoria a Sor Dorotea de la Cruz.
El 19 de diciembre de 1598 profesaban las cuatro en manos del fundador Juan de Ribera. Abundan las vocaciones y 6 años después pueden salir de esta casa 6 hermanas para una nueva fundación.
Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, duque de Lerma y valido de Felipe III es quien pide esta fundación como uno más de los actos que se dieron con la visita a Valencia del rey y su corte en una estancia de dos meses, del 23 de diciembre de 1603 al 21 de febrero de 1604.
Había pedido al Patriarca fundar un convento y dejaba a su elección la Orden a la que perteneciera. El 25 de enero de 1604 entraban en Denia las fundadoras con gran solemnidad: Dorotea de la Cruz, Teodora de san Gregorio, Emerenciana de la Ascensión y María del Espíritu Santo.
En el mismo acto tomaron el hábito varias jóvenes de la localidad, entre ellas Mariana de San Simeón, posterior fundadora de los conventos de Almansa y Murcia.
También ingresa en esta comunidad María de Jesús Gallard que, junto a las Madres Dorotea y Mariana, serán las tres agustinas descalzas más representativas de su Orden en la etapa fundacional.
Uno de los casos más espinosos para el Patriarca fue el monasterio de la Madre de Dios en Valencia.
Tras varios intentos de corrección y orden Roma lo declara extinguido y Juan de Ribera con los bienes y derechos del extinguido monasterio y algunas de las hermanas del mismo que se prestan a secundar la iniciativa funda un nuevo convento de agustinas descalzas encabezadas por tres hermanas venidas de Alcoy: Juana de san José, Magdalena de san Cristóbal y Teresa de Jesús.
Hicieron su entrada el 21 de octubre de 1605, fiesta de Santa Úrsula, titular del nuevo convento. A los 5 años ya contaba con 25 hermanas debido a la afluencia de nuevas vocaciones.
Doña Ana Galiano, muerto su marido, pensó dedicar sus muchas posesiones para la fundación de un convento y se dirige al Patriarca para ofrecerle el proyecto y sus haberes.
Tras superar tensiones con otras Órdenes que deseaban ser las destinatarias de la oferta, por fin, el día de reyes de 1609 salen de Denia las 4 fundadoras: Mariana de san Simeón, Francisca de san Agustín, Paula de san Antonio y Constanza de la Concepción, el mismo día de la fundación ingresa como novicia Dª Ana Galiano y dos sobrinas.
Las vocaciones siguen afluyendo y tres meses después ya son 11 de comunidad, el incremento de la comunidad volvió precarios los haberes y la M. Mariana sacó su ingenio inventando un modo propio de trabajar la lana, preparó instrumentos y discurrió el modo de trabajarla, siendo en adelante el sustento asegurado de la casa.
Los hermanos Tudela, muy cercanos al Patriarca (Miguel, médico, le asistió en su última enfermedad; Eugenio, sacerdote, muy empatizado con la prioridad que Juan de Ribera daba a la predicación y conversión de moriscos; Bartolomé, muchos años Baile de Benigánim y administrador del patrimonio real) donaron unos terrenos propios en Benigánim para Iglesia y lugar de formación para moros y cristianos.
La expulsión de los moriscos por Felipe III en 1609 truncó el objetivo de la donación y pensaron destinar las instalaciones a convento de monjas.
La muerte de Juan de Ribera el 6 de enero de 1611 no impide llevar adelante el proyecto y el 3 de junio salen de Santa Úrsula (Valencia) las fundadoras: Dorotea de Jesús, Catalina de la Santísima Trinidad, Vicenta de San Francisco, Esperanza del Calvario y Victoria de San Esteban.
El 11 de junio fue el solemne inicio de la vida claustral descalza en Benigánim.
Figura destacada de forma indiscutible en este convento fue la beata Josefa María de santa Inés.
Tras la persecución religiosa que se desató en la década de los treinta en el siglo XX, también cuenta esta comunidad con una mártir beatificada junto a su madre y tres hermanas carnales, religiosas capuchinas, la beata Josefa de la Purificación Masiá Ferragut.
José Pla, baile de Ollería fue quien solicitó poder edificar un convento en terrenos dados por él.
Superadas unas dificultades iniciales el 26 de julio de 1611 se inauguraba con hermanas salidas de Santa Úrsula de Valencia: Magdalena de San Cristóbal, Beatriz de Jesús, Paula del Espíritu Santo y Elena de San José.
Una sobrina del fundador fue la primera novicia, entrada el mismo día de la fundación. La hija más eminente de este monasterio fue la venerable Inés de la Cruz Nicolini.
La fundación de este convento se debe al interés de D. Pedro Ginés de Casanova, obispo de Segorbe desde 1609 y fiel discípulo, amigo y más estrecho colaborador de San Juan de Ribera.
Con el mismo objetivo renovador y reparador, vencidas algunas dificultades, aprovechó la truncada fundación de un monasterio pegado a la iglesia de San Martín para llevarlo a cabo pero para ser de Agustinas descalzas.
El 12 de enero de 1613 hacían su entrada: Beatriz de Jesús y Elena de San José (desde La Ollería), Josefa de san Juan y Catalina del Espíritu Santo (desde Denia) y Magdalena de San Ignacio (desde Valencia).
La protección y mecenazgo de Casanova fueron decisivos para esta fundación, él cargaba con los costes de las obras de ampliación y acondicionamiento, edificó una iglesia nueva y la ornamentó con cuadros de Ribalta.
Cuatro sobrinas y dos criadas ingresaron en el convento lo que incrementó su vínculo y protección sobre la comunidad hasta el punto de nombrarle su heredero y ser enterrado en él.
Aquí también es el obispo, el de Cartagena-Murcia, D. Francisco Martínez, quien toma la iniciativa, aprovechando la oferta de dos hijas del Marqués de Los Vélez. Con D. Francisco había tratado con san Juan de Ribera con motivo de la fundación del convento de Almansa.
Esta nueva fundación va a contar con muchas dificultades y contratiempos desde el primer momento. En medio de estas se inaugura el convento el 14 de marzo de 1616, con la M. Mariana de san Simeón a la cabeza, saliendo desde Almansa junto con Ana de san Jacinto y Ana de san Miguel.
De nuevo, ante las innumerables dificultades que surgían tras la fundación la dirección de la M. Mariana fue decisiva para la consolidación de la misma: cambió de casa y de nuevo ingenió un trabajo singular y propio para la comunidad: el trabajo de la seda, con una manufactura que la hacía original.
Con el correr de los siglos este convento llegó a convertirse en una joya artística a nivel nacional.
Pasan 47 años desde la última fundación en Murcia sin que se den nuevas fundaciones debido, en parte a que España se vio sumida en una gran crisis económica y social.Sin embargo, en este ambiente se dará la última fundación de agustinas descalzas y con la originalidad de surgir desde dentro, no por iniciativas de donantes. La Madre María de Jesús Gallard será la que lo promueva, y quien la conecte a través del tiempo con la tradición descalza más pura.
Había ingresado en Denia donde fue novicia de la M. Dorotea de la Cruz. Su lema: “Callar y amar” y su vida se desarrolló entre la incomprensión, persecución y acusación de las monjas de Denia por una parte y la estrecha vinculación con los principales espirituales valencianos de la época por otra.
La fundación se lleva a cabo en medio de mucha contrariedad, iniciando la vida claustral a primeros de septiembre de 1663 con la M. María de san Gregorio, Ana de la Madre de Dios, Isabel de la Asunción y Josefa de santa Teresa, pero siendo bendecida tanto en las vocaciones como en el afecto de los habitantes de la población.